sábado, septiembre 02, 2017

Open Party


Lo primero que hice el primer Viernes cuando ella me dejó fue hacer una “Open Party” con todos mis amigos, los llamé a todos, los que sabían y los que no, que al parecer y no por decisión propia, parece que era soltero de nuevo. Todos se hicieron presentes antes el llamado de su colega Myself y no faltaron las botellas de Whisky y las invitaciones para irnos de putas, y entre la pintura mate y el cemento blanco de la remodelación interrumpida en la que quedó nuestro hogar, ahí armamos una mesa de pokér improvisada y nos disponíamos a jugar toda la noche, como en los viejos tiempos.

Comenzaron todos a hablar, a fumar, a servir tragos aquí y a servir tragos por allá. No faltaron los chistes sobre mujeres y hasta uno del grupo que se encuentra viviendo el Lituania hizo acto de presencia por Skype, mandando fotos de sus amigas europeas por el Whatsapp. Todos estaban solidarios conmigo, todos eran un solo himno de “vamos, saldrás de esto”. Y de repente, pasó algo muy extraño…

Me di cuenta que la cocina estaba sucia, por todos los tragos que se servían y comencé a limpiarla, cómo si ella fuese a regresar a primera hora del sábado, es que si ella veía la cocina en ese estado se iba a molestar conmigo, su cocina impecable y libre de grasa, estaba sucia de cenizas de cigarro y arroz chino. Yo no podía permitir eso, porque un día llegué de la oficina y ella estaba limpiando a profundidad todo aquello y me juré después de verla limpiando como una esclava que nunca jamás iba a permitir que aquella cocina impecable volviera a ser una cochina cocina de soltero.

Al mismo instante, comencé a lavar ropa y pude darme cuenta que su ropa sucia seguía junto a mi ropa sucia. Lavé 2 lavadores, limpié la cocina y hasta estuve hasta las dos de la mañana buscando un juego de llaves perdido, recordaba haberlo visto en una de sus carteras, pero no encontré ni las llaves ni la cartera. A mitad de la faena dejé de tomar, tenía como gastritis, una sensación tan extraña; como nervioso y asustado pero sin estarlo, temeroso de perderla y mientras todos mis amigos estaban cantando rancheras de José Alfredo Jiménez, borrachos, pues yo, bueno, yo dejé la cocina impecable, tendí toda su ropa junto con la mia, me bañé con agua hirviendo y con su jabón de baño.  Bañado y empijamado, me hice un té de esos que compré para ella cuando no podía dormir, para calmarle la ansiedad y me fui a la computadora como a las 3:40 AM a escribir estas letras, para desahogarme un poco y poder dormir.

maldita sea… como la extraño.



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