lunes, junio 09, 2014

después de cerrar mi puerta...


Siempre que se cierra la puerta detrás de ella, lo primero que hace es despojarse de sus tacones y coloca su cartera al lado de mi maletín, sus llaves al lado de las mías y su celular lo tira en el mueble… 

Me gustaría tocar el piano con la misma agilidad con la que mis manos tocan su cuerpo pero cada quien tiene sus talentos  y los míos son otros muy alejados de la música.

Amo como no tienen una idea mis aterrizajes forzosos sobre su vientre luego de un largo día en la oficina, y así es como comienzan los amantes a vivir juntos, se comienza a quedar más de la cuenta en mi cama y no en la suya.

Sucede que me desarma, de manera constante e inequívoca; con la audacia de quién tropieza y sigue caminando como si nada, me desarma con la turbulencia de su paso que gira siempre en la dirección contraria. Sucede que me pasa en las noches, en los días de trabajo que se improvisan bajo la sábana, en los feriados sin prisas, en las canciones que suenan en mi computadora. 

Emprende el vuelo hacía su casa los días lunes después de hacernos el amor todo el fin de semana y maniobra en mi horizonte de cielo raso, y se marcha humeando una estela parecida a una estrella que se pierde en el cielo y aunque sé que volverá a mi cama el miércoles he decidido desde hace tiempo que el peor día de la semana es el martes...puto martes de mierda.

Salgo, me cuelgo de su ventana para ver si ya está triste por no verme y me voy sobre mis pasos para que piense que puedo vivir un día sin ella. Pero sus ojos negros merodean con su danza del pecado mi pensamiento, sorteando estocadas con sus caderas incandescentes. Y amanezco con el peso del sol en el rostro los miércoles, y está ahí, a mi lado de la cama con su aroma pero no con su cuerpo. Es raro, a veces sin que se de cuenta uso un poco de su perfume en su lado de la cama. 

Ella y yo somos cómplices en los artes de extrañarnos tontamente, en la construcción de lluvias, en nuestro show privado de amarnos sinceramente. Me sucede mucho más de lo que existe, y al mismo tiempo me sirve el café con tanta pericia y desenredo que podría disiparme los miedos y pensar que tal vez "ella si es es amor de mi vida", ella me inspira un par de sonetos o alguna línea que profese amor en horas no laborables y he dejado de escribir poesía, no se me viene palabras para expresar todo lo que ella me hace sentir.

Me desarmo los días martes para extrañarla con dulzura, con la franqueza de los bolsillos que se saben rotos, con la elocuencia de un poeta, con el agravio de no haber aprendido a amar como la amo a ella. Estamos ya muy lejos del principio, y las naves que nunca se quemaron tampoco volvieran,  los perros nos observan con infortunio y las paredes guardan silencio, el hábitat de nuestros roces de piel condensa la inoportuna necesidad y de nuevo estamos ahí, parados frente al otro, haciendo preguntas sin signos de interrogación mientras nos quitamos la ropa y hacemos el amor.

Amándonos los miércoles, después que entra a mi casa..

y se quitas sus tacones después de cerrar mi puerta.



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