domingo, marzo 23, 2014

Playa


Allí estaba ella, desnuda, acostada en la cama aparentando dormir. El sol de la tarde que entraba por la ventana de la habitación dibujaba su cuerpo y acentuaba la suavidad de su piel morena, las curvas de su cadera, sus pechos pequeños pero sencillos, su larga melena negra y sus ojos oscuros. En el suelo, zapatos, toallas, su ropa interior y mi camisa blanca completamente llena de arena.

La brisa marina que venía desde la playa movía las cortinas en la ventana acompasadas con el ruido de las olas del atlántico. Me acerqué un poco más y ella se movió ligeramente descubriendo sus piernas. Sentí enormes deseos de hacerle el amor, y mi barba de 3 días paseando por su cuello y acto seguido mi boca comenzó a leer braille con los lunares de su espalda.

Me tumbé desnudo junto a ella y le acaricié sus pechos (tenían un ligero sabor a gloria), ella metió su mano entre mis piernas sintiendo que todo lo que hacíamos no se me hacía indiferente y como una diosa se giró dándome la espalda, juntando las piernas y echándose el cabello hacía adelanté, dejando libre acceso a su cuello/espalda. 

Sudados, cansados de placer, todavía sin mirarnos, sin hablarnos, fijando los ojos en las sombras del techo, imaginé que no la quería así sin más. Un pensamiento entre placer del amor y el placer del sexo aclaró mis dudas. Salí a darme un baño en la playa, ella también. Mi avión salía en cinco horas a Venezuela, no me importó en absoluto ver como el tiempo seguía su curso mientras nuestro tiempo se ralentizaba a cada beso.

Me volvía loco lamer el agua del mar de entre sus piernas.



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