"Fool, yes, I still recall those tender moments..."

Hace cuatro años llegó con sus pastillas europeas, sus lolly pops y un cigarro polaco que lo que daba era risa. Una melena roja, tan roja que me quemaba los ojos. Y esas pecas que me gustaba unir para dibujar mariqueras. Ella olía a ciudad. A gente. A óleo cuando se ponía coqueta y a mierda cuando se creía puritana.

-Él es Fool, él lleva el periódico, si quieres publicar hablate con él. Pero para estar ahi tienes que ser buena, ¿no Fool?

-O ser pelirroja... Una de dos.
Comenzamos mal, enseguida se cubrió de paredes pero cada vez que me veía me enseñaba donde tenía las ventanas. Escribía del carajo, le di su propia sección en el periódico mientras ella me daba el índice de cómo abrir sus piernas. Mis sábanas olían a ella de a ratos. Pero también las de su novio. Era obvio que no pertenecía a nadie y domarla era caso muerto. Ella no era ese primer caballo árabe.
-Yo soy mío y si quiero me escupo. De tanto andar conmigo Me gusto yo...

-Si tú te gustas yo te gusto, porque en 2 minutos aproximadamente voy a ser una extensión de ti.

Del periódico no supe más nada. Le dejé la editorial y a su vez ella se la dio a otro. En éstos días llegó a mis manos la 3ra edición de una revista para la cual diseñé unas vainas, justo al lado de mi nombre estaba el de ella, me pareció inaudito. La presentación fue en un bar; yo estaba con otra y ella andaba sola. Apenas llegué me estaba esperando, de hecho me esperó hasta que se retiró quien me acompañaba. Demás está decir que mi cuarto terminó oliendo a ella...

Al despertarme ya no estaba. sólo dejó un zarcillo con forma de kiwi, un par de cigarros y un post it en el calendario de mi cuarto citando un poema de James Clayton Taylor que solía recitarme cada vez que esparcía su olor sobre mi cama. (el poema acá)

¿Por que carajos me encantan las mujeres dispersas?